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Sobre mí, Clém

Actualizado: 19 ago

Llego aquí, más agradecida que nunca, por el camino iniciático que la vida me ha puesto por delante. Nada me destinaba, a priori, a acompañar partos en casa. Tenía un trabajo que no tenía absolutamente nada que ver, una situación que no me llenaba del todo, pero era correcta y ni siquiera me atrevía a decir en voz alta que me habría gustado, quizás, barajar la posibilidad de tener un parto en casa.


Clem, lactancia, Dar a Luz




Mi camino hacia la maternidad


Hace algo más de 5 años, mi vida empezó a dar un giro cuya envergadura no me podía imaginar. Desde siempre, desde que soy capaz de recordarlo, la maternidad, y especialmente el embarazo y el parto, me apasionan. Cuando llegó la hora de formar mi propia familia, la opción de un parto en casa me atraía y, a la vez, me llenaba de miedos.


Siempre lo comparo con la sensación que tuve cuando un amigo mío me llamó un día, de repente, para decirme que había decidido resumir toda su vida a su mochila y su guitarra y se iba de viaje, por el mundo, solo, sin rumbo ni plazos definidos, a lanzarse a la aventura, a ver lo que la vida le tenía reservado. ¡Qué guay, qué valiente, qué bonito lo que te espera! ¡Qué admiración y qué envidia sana! Pero desde luego, yo no valgo para esto.


Pues hace 5 años, con mi primer embarazo y la perspectiva de un parto en casa, sentí lo mismo: fascinación, atracción y miedos. Este embarazo tan deseado y que nos ilusionaba tanto no pudo llegar a término y a pesar de todo el dolor que trajo consigo este acontecimiento, estaré eternamente agradecida a los dos bebés que perdimos ese día. Por abrirnos los ojos sobre la realidad del trato hospitalario, por abrirnos las puertas de otro mundo, que teníamos delante pero no veíamos, por abrir mis alas y empezar mi vuelo hacia el camino de mi felicidad, libre de miedos.


Poco después, cuando me quedé embarazada de nuevo, tuve claro desde el minuto uno que no quería parir en el hospital y de ahí conocí a Valle, al equipo de Dar a Luz. Casi por casualidad, aunque las buscaba. Nuestra primera consulta con ellas ha sido el segundo paso de mi viaje iniciático: ¡información y empoderamiento a raudales! Una sensación de respeto, de amor y de crecimiento infinito. La certeza inquebrantable de que, dijera lo que dijera el resto del mundo, yo estaba haciendo lo correcto para mí y para mi bebé.


A mí, la intuición me bastaba (por lo potente que era), pero como lo tuve que pelear con mi entorno, pues la junté con una obsesión por informarme. Aprender, entender, desaprender, observar con una mirada nueva, darle otra vuelta de tuerca, ir un paso más allá y descubrir todo lo que podía alcanzar de este mundo. Sin saberlo en ese momento, me estaba formando, no solo para mi parto, sino también para los que, años más tarde, acompañaría como partera.



Vivir la violencia obstétrica y huir de ella


Mi primer parto, por extrañas circunstancias de la vida, de repente se torció y tuvo que tener lugar en el hospital puesto que el sistema me prohibió cualquier otra opción


Mi primera hija nació por cesárea y en un parto en el que la violencia obstétrica e institucional fueron de una amplitud desmesurada. Tras un periodo de depresión inicial muy fuerte, me seguí formando, aprendiendo, creando. Estaba obsesionada por entender todas y cada una de las intervenciones que había sufrido: si tenían razón de ser o no, qué implicaciones tuvo cada una en el desarrollo de mi parto, qué consecuencias traían tanto a nivel físico como emocional, tanto en mí como en mi hija, tanto a corto como a largo plazo...


Decidí también iniciar una batalla legal, denunciando las instituciones que, indebidamente e injustamente, habían convertido lo que iba a ser el mejor día de mi vida en una pesadilla. Empezó un camino de activismo que me trajo mucha información y mucha fuerza y, sobre todo, que me permitió definir lo que sería, para mí, fundamental en el acompañamiento de mi siguiente embarazo, parto y postparto.


Y este acompañamiento tan respetuoso, íntimo y amoroso que Valle me regaló, dos años después de mi primer parto se ha convertido en mi lema a la hora de acompañar a quién me lo permita en sus procesos vitales. Estoy al servicio de tus deseos, acompañando sin paternalismo, sin miedos injustificados, sin juzgarte, ofreciendo información veraz y no sesgada, acompañando tus miedos e ilusiones con respeto, acompañando con cariño e intimidad. Y, por encima de todo, respetando todas y cada una de tus decisiones, ayudándote a entender la amplitud de consecuencias (positivas y negativas) que conlleva cada elección para que puedas tomar una decisión u otra sintiéndote completamente cómoda con las responsabilidades que implica para ti y tu familia.


Sea en tu embarazo, en tu parto, en tu aborto (espontáneo o decidido), o en tu postparto, confío en que la naturaleza es muy sabia. Cada experiencia puede traer un aprendizaje muy bonito y, muchas veces, la dificultad de tomar una decisión u otra viene del apoyo que recibimos o no, del entorno que juzga o respeta, de la información que no tenemos o nos llega sesgada.



Empoderarme y creer en mí


La última etapa del viaje que me trajo hasta aquí fue el nacimiento de mi segundo bebé. Si bien salí del hospital, después de mi primer parto, jurando que: ¡nunca más!, al poco tiempo, me llegó una tremenda obsesión por parir. Necesitaba parir.


Intenté paliar esta obsesión buscando la manera de reconvertirme profesionalmente manteniéndome en este mundillo del parto en casa, del parto respetado, de la crianza respetuosa... Varios proyectos distintos se iban presentando a mi mente, pero al intentar darles forma, ninguno me ofrecía la satisfacción que buscaba, ninguno conseguía sacar de mi mente mi obsesión por parir. Por mucho que me apasionaba, por mucho que me apetecía, no asumía que lo que quería era acompañar partos en casa. ¿Cómo iba a acompañar partos en casa si yo no había parido?


Así que un día, lo acepté y decidí que iba a parir y, por consecuencia, a tener otro bebé. Tuve mucho miedo a arrepentirme, posteriormente en la crianza, mucho miedo a no conseguir vincularme con un bebé que no había deseado de por sí sino que venía como consecuencia de otros deseos. Pero puse el foco en experimentar, en mis propias carnes, lo que era vivir un embarazo y un parto sintiéndome absolutamente libre. Libre de miedos ajenos, de prejuicios, un embarazo casi clandestino para vivirlo sin presiones ni control, un parto maravilloso, sanador y empoderador que me reconcilió conmigo misma. Y la experiencia fue tan magnífica que, obviamente, me enamoré de mi segundo bebé igual que lo había hecho con mi primera hija.


Pero además, con este parto, de repente cayó el último eslabón de mi cadena. Esta experiencia vino a poner un punto final a esta fase de mi transformación, yo podía parir y había sentido en mis propias carnes la intensidad física y emocional de la experiencia. Ahora sí, podía acompañar partos en casa.


Desde hace algo más de dos años ya, empecé a caminar con Dar a Luz, saboreando cada día la felicidad de hacer lo que más me gusta y aprender con cada familia. Primero estuve acompañando unos meses con mi compañera de entonces, luego con María, más tarde con Carmen, y ahora con Valle. Gracias Valle por permitirme beber de las fuentes correctas, gracias, compañeras, por cuidarme a mí cuando cuido de las familias que acompaño, gracias familias por el honor de poder acompañaros en momentos tan trascendentales.



Clém, Escrito en 2023, 

Revisado, Enero 2024




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