Valle
Sobre mí
Siempre quise ser guardiana del nacimiento, esta profesión me apasionaba ya de niña, cuando mis padres se dedicaban a acompañar partos en casa y a mi me gustaba quedarme despierta para conocer al bebé. Siempre supe que mi forma de hacerlo era acompañar con exquisito respeto, sin desviar las aguas de su cauce, consciente del potencial que el parto tiene de enraizarnos y reconectarnos con nosotras mismas.
Formación
Ésta es mi historia. La historia, a grandes rasgos, de cómo nacieron, crecieron y maduraron mis ganas de acompañar la maternidad. Me parece importante empezar recalcando que la formación universitaria no es más que una breve introducción en el gran libro de la experiencia. Que nunca tuve mi título colgado de ninguna pared, que no siento que éste tenga el peso que se le otorga en esta sociedad. Aunque está claro que al principio no lo consideré así, siento que escogí este camino, el de formarme como matrona, para poder cuestionar lo que este título significa. La cantidad de miedos que inculcan en la formación universitaria, la falta de protagonismo del parto natural en el temario, la rigidez enmohecida de costumbre que puebla los paritorios, la falta de pensamiento crítico a la hora de aplicar protocolos. Y la cantidad de gente que, abanderando el parto respetado, sigue aplaudiendo partos descoloridos, cuajados de violencias sutiles, de coacción pintada de decisiones informadas. Pero no me adelanto más, empiezo por el principio.
Época de cambios
La vida trae cambios, mueve mareas, viste y desviste los árboles, canta, llora y juega con exquisita ternura. La felicidad cala hasta los huesos cuando somos capaces de fluir con el agua, de rendirnos en las manos de la vida y dejar que con sabiduría guíe nuestros pasos a través de la intuición, que nos traen de vuelta a casa, hacia adentro. En Marzo 2021, una nueva ola sacudió mi orilla, un cambio que venía gestándose hace un tiempo sin haber sido reconocido por completo.