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Presencia cuando la intensidad asusta



Miedo y presencia


Este vídeo es un fragmento de mi segundo parto. Llevaba una semana con contracciones que se paraban a las pocas horas, al despertarse mi hija mayor. Pero esa noche, durmió del tirón y las contracciones no se pararon.


Recuerdo llevarlas bien, sentir la intensidad pero sorprenderme de mí misma, sentirme fuerte y orgullosa. Y también recuerdo un momento concreto, una contracción especial en la que la intensidad subió de golpe.


Recuerdo pedirle a Valle que despertara a mi pareja. Se daban turnos para apoyarme. Pero en ese momento, me daba exactamente igual cuanto tiempo había pasado desde que se había metido en la cama. Recuerdo el miedo que me pasó por la mente y por el cuerpo. Recuerdo dudar de mí, dudar de ser capaz de afrontarlo. Recuerdo sentir la necesidad de poner todos los recursos de mi parte.


Le necesitaba a él. Colgarme de su cuello para quitarle peso a mis piernas, apoyarme en sus muñecas para ponerme de puntillas. Sin miedo a hacerle daño, consciente de su fuerza.


Gemir y gritar mi miedo sin pudor. Tranquilizarme al contacto de su piel. Reconocer su olor y sentirme en casa.


El miedo me invadió. No porque ese momento fuera el más intenso de mi parto. Sino porque sabía que la intensidad iría a más y, ya en ese punto, me estaba costando gestionar el dolor.


La intensidad siguió subiendo, el dolor fue a más. Pude con él, pero justo en ese momento, no sabía que podría. 


El miedo suele asomar en lo partos, en algún momento. Luego nos rendimos, y después nos queda, para siempre, el recuerdo de lo que pudimos afrontar. De la grandeza de nuestros cuerpos.



Clém, Marzo 2024

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