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Nace Sahel, relato de parto en casa

Foto del escritor: Valle Valle

Actualizado: 19 ago 2024

Abril 2018


Paseábamos por el pueblo un cálido viernes de primavera. Mi familia había venido a visitarnos con la esperanza de conocer nuestro hijo. Hacían más de 2 años que no nos reuníamos, era muy emocionante para todes.



Aquel lento paseo con mis hermanas, yerno y mi amado Vinicius fue el detonante. Al concluir la caminata en la puerta de mi casa, recuerdo las primeras contracciones del viaje. Acompañada de mis hermanas que tanto eché de menos, rodeada de las plantas de mi hogar, sintiendo la mágica luz naranja del atardecer.

Cenamos solos, Vini, bebé y yo. Dormí la última noche de embarazo despertando frecuentemente con intensidad de las contracciones.

A las 7 am tuve el primer pico, “la señal” de que el viaje definitivamente había empezado.




Ducha, caca, fruta, fue mi ritual apenas comenzó el trabajo. Vini avisó a Valle y a mi familia que se alojaba en otra casa. Mi madre se acercó a abrazarme y besarme, para luego no volver a intervenir. Sabían que queríamos intimidad y minimalismo. Valle y Vini intercambiaban información por teléfono de cómo evolucionaba todo. Yo no era capaz de contar, medir, cronometrar, ni me apetecía nada parecido al uso de la lógica. Era cuerpo. Era toda entera materia viva en plena metamorfosis. De las profundidades del ser emergía información en forma de sensaciones, movimientos, sonidos y sentimientos. Mucho sentimiento. Sólo quería amar y maldecir.



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La íntima calma de Vinicius era bálsamo, y su pasión me empoderaba. La dulce y sigilosa presencia ninja de Valle y su compañera eran estabilidad y seguridad. La familiaridad de mi habitación, cálida y silenciosa, me hacían sentir protegida y respetada. Desnuda y sin reparos me entregué al sacrificio.


Me retorcí de dolor, aullé de dolor, sudé, pedí todo lo que necesité pedir, rechacé lo que me dio la gana, cante en voz alta sin filtrar, maldije, y amé... sobre todo, implosionaba y explotaba de amor con cada contracción, con cada relajo. Admito que sufrí, y que este profundo sufrir de todo el cuerpo, del alma, me posicionó en un lugar igual de poderoso y humilde para con todas las cuerpas que hicieron posible que hoy exista la humanidad.



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¡Qué coraje! ¡Qué martirio para aquellas que no deseaban pasar por aquello! Si para mí, que tenía las necesidades básicas satisfechas y me sentía amada, era terrible... ¿Cómo sería un trabajo de parto con frío, con hambre, sintiendo soledad, inseguridad o falta de veneración? Ya no digo de respeto, porque una de las cosas que posibilitó que la voz de mi instinto se manifestase tal y como soy, fue el espejo de profunda veneración al acontecimiento por parte de quienes allí estaban conmigo; matrona, doula y amado.

A todo esto, mi hijo también se comunicaba. Él sabía lo que estaba haciendo, aunque también le estaba costando la vida. Aunque el riesgo de nacer signifique también el de morir. Ambos completamente sumergidos en la danza, donde la gravedad y el agua marcaban los ritmos, y el fuego los picos de intensidad. ¿Dónde estaba el aire? Parir fue todo un kryia en el que practiqué el más largo pranayama de mi vida, grité con toda la fuerza de mis pulmones y canté como supe que mis ancestras lo habían hecho.

Nunca imaginé que el cuerpo pudiese doler tanto. Parecía que no existía un límite de tolerancia, más que desfallecer.

Pero todo lo contrario.

Asomó la cabeza y casi inmediatamente mi hijo salió expulsado en un espiral. Lo recibió las manos de su padre. Bebé cagó y lloró al instante. Eran las 7 pm. Vini me lo entregó. Al reconocer la mirada de la criatura que estrenaba dimensión, ya no sabría nombrar lo que sentí.



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Diría algo así como sobredosis de entusiasmo, eternidad y magia.

La más grande reverencia a este recién nacido por su valentía.

Honesta gratitud a la vida, al cuerpo, a todas.



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El puerperio me sorprendió experimentando la otra polaridad a esta cumbre de luz. Considero necesaria esta mención, prometí no olvidar lo aprendido mientras buceaba el denso pantano postparto. Mi empatía para con la oscuridad humana se agudizó, mi pesar. Conocí la compasión. Casi me ahogo en el caudal de nueva información que me llegaba desde no sé dónde. Pero confié en la naturaleza de todo el proceso, quizás sea parte la supervivencia de la especie, parte del proceso de evolución, sentir la magnitud de la muerte, presente.



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Bebé pasó sus primeros 10 días de vida sin nombre.

Hoy es Sahel.

Hoy es.

 

*

 

ÉRAMOS

quienes fueron quienes somos

quienes serán

ESTÁBAMOS TODXS

 

EN CADA DETASHE

en cada interpretación del detashe

vimos, recordamos

QUE SHA LO SABÍAMOS

 

ENTONCES APELÉ

a la colectividad uterina

fui canto fui sacrificio

CUERPO BESTIAL

 

ESTÁBAMXS TODXS INVOLUCRADXS

conciente o inconcientemente

la muerte acontece

Y ASÍ EL NACIMIENTO

 

este.



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Sofía, Cabranes, Noviembre 2018

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