
¿Son útiles los tactos vaginales?
Esta sección expresa mi poca simpatía por los tactos vaginales, por el sinsentido que supone considerarlos una herramienta objetiva, por la jerarquía que perpetúan, por las dudas que nos generan sobre el buen funcionamiento de nuestro cuerpo de parto, por la violación de nuestra intimidad que suponen, y por las intervenciones que les siguen.
Esta sección está muy relacionada con otras dos en esta web, ¿Cuánto dura el parto? y Permitiendo que el parto se alargue, las tres abarcan el mismo tema desde diferentes ángulos, os animo a leerlas para haceros una imagen completa.
Empiezo esta sección con el artículo de Rachel Reed Tactos vaginales: un síntoma de la cultura del nacimiento centrada en el cérvix (está en inglés ¡usar el traductor! Merece la pena) que cuestiona la utilidad y la objetividad de los tactos vaginales y su uso rutinario, que habla de sus riesgos, de otras formas de saber cómo el parto avanza y da sugerencias para que con pequeños cambios empecemos todos a cambiar el mundo de la Obstetricia. También os recomiendo el podcast de Indie Birth Como dejar al estado fuera de tu vagina durante el parto (en inglés).
Los tactos vaginales son algo tan normalizado en la medicalización del nacimiento que muchos profesionales, en el hospital y en casa, no se imaginan atendiendo un parto sin hacerlos. Es tal la obsesión por medir la evolución con los dedos que se hacen tactos aún cuando están contraindicados (bolsa rota). Muchas mujeres hacen referencia a los centímetros de dilatación cuando relatan sus partos y hasta yo misma hablo de centímetros de dilatación cuando interpreto la actitud de una mujer de parto.
Sueño con que un día los tactos vaginales dejen de formar parte de la cotidianeidad del parto, que las mujeres vivan el parto desde la intimidad, sin que nadie se entrometa en sus vaginas.
Dividiendo lo abstracto en porciones iguales
Dividir el parto en fases y en centímetros de dilatación es como simplificar el fluir de una danza a la división de cada uno de los movimientos. Cada mujer va a seguir el guión a su manera, expresando su propia originalidad, haciendo del conjunto algo a su medida, especial y único.
Estamos obsesionados con los centímetros de dilatación en un intento por racionalizar un proceso que no sigue las reglas.
Dar números nos hace creer que hay la misma distancia de una medida a otra, cuando toda matrona sabe que no se tarda lo mismo en dilatar de 1 a 2, que de 6 a 7 (esto último a menudo es mucho más rápido).
Es más, como dice Sara Wickham en su artículo La locura de la dilatación completa (parte 1 y parte 2) la rígida idea de que una mujer dilata hasta 10 cm no es más que una manera de redondear en un número decimal. A partir de los 6 centímetros ya no medimos la distancia entre nuestros dedos, sino que medimos el grosor del borde de cérvix y se lo restamos al mágico número 10 (puedes leer más sobre cómo hacer un tacto aquí). Ella cita, que esta manera de hacer las cosas, sin reconocer que los cuerpos de las mujeres son todos distintos (algunas tendrán un cérvix que dilata 12 cm ¡y nadie se habrá dado cuenta!) supone que a menudo se considera que el parto se ha estancado a 6 cm cuando en realidad es la regla que usamos que está mal calibrada.
¿Son los tactos objetivos?
Se aprende a hacer tactos haciendo tactos, y a menudo uno se empapa de la interpretación que hacen quienes nos han enseñado.
Cada persona que hace un tacto no tiene en cuenta sólo lo que siente, si no lo que cree que sentiría otro profesional si hiciera un tacto justo después. Tiene en cuenta la actitud de la mujer y si no parece que esté muy de parto tal vez decida redondear a la baja (para regalarle a esa mujer tiempo) mientras que si el parto parece avanzado puede ser más generoso en su estimación.
Cada profesional hace los tactos a su manera, asocia una sensación determinada a "X" centímetros de dilatación. Sus expectativas, la conciencia de los protocolos vigentes, la forma de trabajar de cada uno (protegiendo a la mujer o protegiendo el protocolo) hace de los tactos una herramienta personal y una ciencia inexacta.
Un tacto es subjetivo y nos da información poco estable. Más aún, nos da información que si no tenemos prisa no necesitamos, porque no vamos a hacer nada, y si tenemos prisa nos va a incitar a crear una expectativa que si no se cumple nos va a condicionar para empezar a intervenir.
Cuando varios profesionales hacen tactos a una mujer uno detrás de otro casi siempre hay discrepancias. El decidir de cuántos centímetros está esa mujer dilatada pasa a ser una lucha donde la opinión del más poderoso se impone por encima de los demás.
Representando la jerarquía de poder
Saber hacer tactos es una de las habilidades más valoradas de una matrona. Es una forma sutil de valorar lo objetivo por encima de lo subjetivo en nuestra profesión. Los tactos son los cimientos sobre los que se asienta el modelo médico de atención al parto, lejos del arte de observar y acompañar que fue durante tantos siglos.
Las matronas en formación son apreciadas por su agudeza en la estimación de la distancia entre sus dos dedos, y humilladas cuando su opinión no coincide con la del experto con mayor experiencia. Lo expresa muy bien este interesante artículo La ciencia de los tactos vaginales de Diario de una mamífera.
Y así, casi sin darnos cuenta, el tacto se convierte en la forma más sutil y aceptada de la perpetuación de la jerarquía: el médico sabe más que la matrona, la matrona sabe más que la mujer.
Sembrando la duda
Personalmente creo que hacer tactos vaginales es dañino para las mujeres, no sólo por la invasión que supone en sus cuerpos, sino por la barrera que siembra en sus mentes. No sabemos de lo que somos capaces. Y lamentablemente, rara es la vez en que un tacto nos da buenas noticias.
Cuando trabajaba en el hospital en Inglaterra, me encontré con una mujer que venía a dar a luz a su segundo bebé y se enfadó mucho cuando le dije que estaba de 4 cm. Me dijo con firmeza que cuando se sentía así con su primer bebé estaba ya de 8 cm. Yo le contesté que era sólo un número, y que yo también estaba segura de que su bebé iba a nacer pronto. Bromeando aposté a que nacería en dos horas, estando casi segura de que lo haría antes pero dando margen a que me pudiera equivocar. Al quitarle importancia se relajó, entró de lleno en su parto, y una hora más tarde tenía a su bebé en sus brazos.
Me habría encantado que todas las mujeres cuestionaran mis tactos como ella lo hizo, más aún que muchas o todas se negaran a que yo, una extraña, las tocara en una parte tan íntima de su cuerpo.
¿Qué pasaría si en vez de hacer un tacto se esperara? ¿Qué pasaría si en vez de hacer un tacto la mujer mirara hacia dentro y se observara a si misma? ¿Qué pasaría si encontrara la fuerza para salir adelante aferrándose a algo más estable que un número sin garantías?
Vale, estás de "X" cm, pero sigo sin tener ni idea de cuando vas a parir
Si los cuerpos de las mujeres se abrieran realmente a una velocidad determinada los tactos nos ayudarían a predecir el nacimiento del bebé. Pero la realidad es que cada mujer es única, cada embarazo es único, cada bebé es único, los cérvix des-dilatan, y nuestras estimaciones no son más arriesgadas que jugar a la ruleta rusa ¿Por qué no dejamos de jugar a ser adivinos y disfrutamos dejándonos sorprender?
Hacer un tacto es una intervención, y como tal no debe hacerse por defecto. Los riesgos y beneficios deben ponerse sobre la mesa, y la decisión de hacer un tacto o no debe ser SIEMPRE de la madre. ¿Cuáles son compañeros ginecólogos y matronas esos beneficios como para compensar los insulsos datos que nos aportan los tactos y sus riesgos?
Invadiendo nuestra intimidad
La violencia obstétrica abarca tantas áreas que a veces nos quedamos mirando solamente lo más alarmante, sin darnos cuenta de que detrás de muchos pequeños detalles yacen también grandes heridas.
Los tactos son una forma aceptada de violación, aceptada socialmente y aceptada por la mujer que se baja las bragas. Es una forma de entrometerse en la intimidad de una mujer con la disculpa, dudosa, de que vamos a sacar información válida.
Es violación institucional, es sumisión, es fe ciega en que el profesional sabe qué es lo mejor para ti y tu bebé, es robarte la oportunidad de dejarte fluir en el parto y aceptar que nacerá cuando tenga que nacer, que no está bajo tu control ni el de ellos.
Otra cosa completamente distinta, es que nosotras mismas nos hagamos tactos, si es que remotamente creemos que eso puede tener algún beneficio para nosotras. Puedes leer más sobre cómo hacerlos aquí.
Los tactos, llave de acceso a la intervención
Tal vez os preguntéis por qué tanta obsesión en contra de los tactos por rutina... pues la explicación es que los tactos son la llave que abre la puerta a todas las intervenciones.
Cuando hice mi plan de parto, embarazada de mi primer bebé, me di cuenta de que me molestaba tremendamente la idea de que alguien ajeno a mi me hiciera un tacto. Me di cuenta de que casi todas las intervenciones buscan acortar el parto, y por lo tanto el tacto es la herramienta que da pie a que se hagan.
Ví que si no me hacían tactos no pondrían oxitocina porque no sabrían si he avanzado o no (lo sabrían, pero les faltaría la apreciada prueba de hacerme un tacto). Si no me hacían tactos no me harían una cesárea por falta de progreso en la dilatación. Si no me hacían tactos no me dirigirían los pujos en el expulsivo. Si no me hacían tactos no sabrían cuando empieza mi expulsivo. Si no me hacían tactos no me harían ventosa o fórceps por falta de progreso en el expulsivo. Y me maravillé de todo lo que podía evitar simplemtente cerrando las piernas.
Nota: En todo momento mi plan fue tener un parto en casa sin matrona certificada, pero era consciente de que podía darse las circunstancias en que un traslado fuera beneficioso y de que presentar mi plan de parto era, en si mismo, una oportunidad para visibilizar mis deseos como mujer y normalizar planes de parto "extravagantes".
Tactos vaginales como último recurso
Inicié mi carrera atendiendo partos en casa no sabiendo aún cuanto podían alargarse los partos. Inocentemente pensé que no mucho más de lo que se permitía en los hospitales. Nunca hice tactos para confirmar que la mujer estaba en fase activa, pero sí que en mi primer año atendiendo en casa los hacía cada vez que me parecía que estaba yendo más lento de lo habitual. Pocas experiencias me hicieron falta para darme cuenta de que mi impaciencia estaba forzando las cosas. Decidí dejar de forzar, decidí dejar de mirar centímetros de dilatación, decidí dejar de esperar y aceptar lo que es.
Ahora creo que cuantos menos tactos vaginales se hagan mejor. Así que decidí usarlos sólo cuando algo nos indica que sería buena idea ir al hospital, así haciendo un tacto sabemos en que punto vamos, confirmamos que seguramente aún queda mucho y es mejor ir o que es inminente y por muy mal que esté la situación es mejor parir en casa que de camino al hospital.
Recuperando libertad
Recordemos que cuando trabajamos para el sistema los protocolos hospitalarios nos "obligan" a ofrecer tactos, no ha hacerlos, y que es parte de la libertad de cada mujer aceptar o negarse a la invasión de nuestros dedos. Os animo a que dejemos de utilizar los tactos vaginales para encadenar los tiempos en los que cada parto necesita desarrollarse.
Y si acompañais partos en casa ¿Quién os obliga a hacerlos? ¿Qué beneficios sentís que tienen? ¿Qué teméis que ocurra si dejarais de hacerlos?
Y si vas a parir en casa con matrona ¿Le has preguntado en que casos hace tactos? Aquí, como en el hospital, una respuesta escueta como "sólo cuando son necesarios" debe levantar sospechas más que acallar dudas.
Si planeas parir sin asistencia ¿Pensabas que tu o tu pareja debíais aprender a hacer tactos? tu parto será como tu quieras que sea, no hay necesidad de que ni tu ni tu pareja asumáis el rol de la matrona. El parto es un evento social, no médico.
Y termino esta sección compartiendo otro artículo de Rachel Reed Entendiendo y valorando el progreso en el parto que habla en profundidad de los cambios hormonales y de actitud que bañan la experiencia del parto.
Cuando tenemos otras herramientas menos invasivas, tan o más precisas, que además reconocen la vivencia de la mujer de parto, los tactos pierden su razón de ser, su protagonismo y quedan relegados a un papel secundario, a una herramienta especial que tiene utilidad en contadas ocasiones.
Valle, Febrero 2017