Si bien el salto de no tener hijos a acoger el primero es muy grande, muchas veces, la llegada del segundo también suele representar un escalón alto.
Especialmente por las expectativas, muchas veces poco realistas, de cómo acogeremos esta nueva ma-paternidad, este nuevo postparto.
Cada maternidad, cada familia, cada experiencia es única, pero con esta sección, buscamos dar visibilidad a una serie de realidades con las que nos solemos encontrar cuando acompañamos familias tras la llegada de su segundo bebé.

La falta de manos en el segundo postparto
Cuando llega un bebé, faltan manos. Siempre. Y si la primera vez nos puede pillar desprevenidos, la segunda, tenemos tendencia a ser más previsoras. La experiencia previa nos ha enseñado mucho y tenemos tendencia a atrevernos a pedir ayuda con más facilidad esta vez. Sin embargo, es difícil imaginarse, de manera realista, lo que nos espera al convertirnos en madre/padre de dos.
Pasamos de ser dos adultos disponibles para cuidar de un peque a tener que repartirnos entre dos niños. Uno de los cuales es un recién nacido. Y este cambio de ratio suele traducirse en una sensación repentina de falta de manos. Y cuanto menos tiempo se llevan los niños, más se nota. Sigue siendo necesario recibir apoyo con la limpieza, con las comidas, y también, muchas veces, que nos echen una mano con el primer hijo/a.
Pero no todo va de organizarse y tener sensación de control sobre lo que va a pasar. También va de rebajar expectativas, acoger cambios, aunque no los hayamos anticipado y tener con nosotras mismas una tolerancia y una gentileza especialmente desarrollada.
Al tener nuestro primer bebé, nos volcamos en su crianza. Dedicamos tiempo, mucho tiempo a nuestro bebé. La mayoría tenemos tendencia a priorizar este ser por encima de todo lo demás, incluso por encima de nuestras propias necesidades. Lo cual no es libre de consecuencias.
Con la llegada del segundo, muchas hemos estirado ya demasiado la cuerda de la dedicación, dejando de lado nuestro auto cuidado. Estamos cansadas por la crianza, acabamos de gestar y parir, tenemos un primer peque acostumbrado a ser el centro de nuestra atención y un bebé pequeño cuyas necesidades básicas dependen completamente de sus padres.
Por eso, al igual que en una primera maternidad (puede incluso que con más razón en la segunda), la mejor manera de preparar la llegada de un bebé es prepararse para el postparto. Es tejer, durante el embarazo (o antes) una red de apoyo a la que acudir, es organizar con anticipación una rutina de ayuda postparto o delegar en alguien de confianza la coordinación que requerirá. Es pedir sin miedo, diversificar las tareas, multiplicar los implicados y alargar esta ayuda en el tiempo todo lo posible. ¡La crianza no debería ser cosa de solo dos!
La ilusoria experiencia previa
Cuando ya hemos vivido la tormenta de la primera maternidad, pensamos que, para la segunda, ya sabemos lo que hay. Sabemos lo que nuestro bebé va a necesitar, cuales son las dificultades y las alegrías. Ya no nos va a pillar desprevenida, ya tenemos la experiencia previa que no teníamos cuando nos convertimos en madre por primera vez. Pero las expectativas a veces son muy peligrosas.
Con toda nuestra buena intención, deseamos darle al segundo lo mismo que al primero. Incluso muchas deseamos "hacerlo mejor" que la primera vez. Y ahí es donde nos encontramos con el primer golpe de realidad: parece absolutamente imposible.
Nos encontramos desarmadas con que, por una parte, lo que nos funcionó con el primero no siempre sirve con el segundo; y, por otra parte, hay cosas que, logísticamente, simplemente son imposibles de repetir o mantener cuando tienes dos peques.
Y, mientras estamos completamente desbordadas, muchas veces, aparece la culpa: encima de no haber dedicado tiempo a este segundo embarazo, ahora siento que apenas le dedico atención a mi segundo bebé.
Y en cierta medida, es así. Somo humanas y, evidentemente, cuando dos personitas dependen de ti, no les puedes dar tanto como cuando sólo es una.
Pero esto no significa que este segundo bebé no estará cuidado o no recibirá la atención que necesita. Simplemente significa que vas a aprender a hacerlo de otra manera, distinta a la primera vez.
También me parece importante acordarse de que este segundo bebé, es cierto, tendrá menos tiempo a solas con sus padres del que tuvo su hermano/a mayor.
Sin embargo, este bebé no nace con dos referentes, sino que lo hace con tres. Y espontáneamente, recibirá de su hermano/a mayor aprendizajes que, como adultos, no pudimos ofrecerle a nuestro primer bebé. Seguramente nuestra falta de tiempo y manos les regale a tus dos peques horas de juego libre, en autonomía, sin nuestra supervisión constante (y muchas veces limitante).
Con esto no se trata de colocar en niños pequeños responsabilidades que no son las suyas, sino que se trata de relativizar: no, probablemente no juegues tanto con tu segundo bebé como lo hiciste con el primero. Pero lo harán espontáneamente entre ellos. No te dedicarás a enseñarle tantas cosas, pero las observará en su hermano mayor. A veces no podrás cogerle en brazos tanto como te gustaría, y otras te derretirás de ternura al ver a tus dos cachorritos jugar o dormirse abrazados.
La bi-maternidad, una nueva estructura familiar
He escuchado decenas de veces la frase "no quiero que mi mayor se sienta desplazado/a", o la pregunta "¿Cuál es el momento ideal para tener un segundo?".
Personalmente, me parece ilusorio creer que puede llegar un nuevo miembro a la familia y que esto no vaya a generar cambios para cada uno de los miembros de la familia. La cuestión más bien es ¿Cómo acoger y acompañar estos cambios? ¿Cómo hacer para que esta nueva estructura familiar sea agradable para todos?
Tampoco existe une momento ideal universal. Hay quienes prefieren que los primeros años de crianza (¡lo más intensos!) vengan seguidos o incluso se solapen, y hay quienes prefieren salir de la primera etapa de crianza y dejar pasar un tiempo antes de volver a ella. Cada opción tiene sus ventajas y sus desventajas.
Cuanta más diferencia de edad, más tendemos a hacer reposar en el primogénito unas responsabilidades que no son suyas. Muchas veces inconscientemente o simplemente queriendo implicarle e incluirle en la crianza del segundo. Y si bien puede tener aspectos positivos, los excesos también pueden tener consecuencias muy nefastas. Al respecto, una de las lecturas que me ayudó mucho en su día fue "Hermanos, no rivales" de Adele Faber.
Al contrario, cuando nuestros peques se llevan poca diferencia, solemos entrar en un bucle de culpabilidad por sentir que no llegamos, como madre o padre, a cubrir todas las necesidades de nuestros dos peques.
Sea como sea, muchas veces, al querer acompañar al primero, sentimos que no estamos para el segundo (y viceversa). Un nuevo miembro en la familia cambia muchas cosas y requiere tiempo para que se vaya estableciendo una nueva estructura, pero en ella, hay sitio para todos.
Dos hijos/as, dos relaciones distintas
Por otra parte, la expectativa de volver a enamorarse perdidamente de un bebé también puede verse frustrada. Yo llegué a pensar que no quería tanto a mi segunda hija como a mi primera.
Recuerdo un susto al conducir el coche en el que mi impulso, al creer que fuéramos a chocar, fue pensar: por favor, que no se muera mi hija mayor. Implícitamente, le había dado más valor a su vida que a la de mi segunda hija. Y esta sensación de "hija preferida" que me torturaba y avergonzaba tanto me duró más de dos años.
Fue el tiempo que necesité para entender que mis dos hijas son dos personas distintas. Con personalidad y carácter propio. En algún aspecto una más afín a mí que la otra, y en otro, del revés.
Fue el tiempo que necesité para entender que, no, mi segunda hija no me sorprendía tanto como la primera, ya lo había visto antes, pero no por eso dejaba de maravillarme su desarrollo. Fue el tiempo que necesité para comprender que ya conocía a mi primera hija, y poco a poco, iba conociendo también a la segunda. Y tejiendo mi relación con ella.
Nuestro segundo bebé no viene a robarle nada al primero, tampoco a imitarle, sino que viene a crear su propio sitio, su propia relación con sus padres y con su hermano/a mayor.
El duelo del hijo único
Otra emoción con la que nos encontramos muchas, al llegar nuestro segundo bebé, es la cruel sensación de echar de menos a nuestro peque mayor.
Con un recién nacido, la lactancia acapara nuestros días (¡y nuestras noches!) y es una tarea que no se puede delegar. Y esto suele generar una dualidad en la repartición del tiempo con los niños: madre-recién nacido frente a pareja-peque mayor.
Si a esta situación se le suman factores como el destete del peque mayor o el fin del colecho con éste, la sensación de duelo del hijo único se vuelve aún más dolorosa. Especialmente si son decisiones que se toman sin la profunda convicción de que deseamos hacerlo así.
No todo el mundo desea amamantar a dos peques a la vez ni colechar con dos (o más) niños. Y si es así, está bien. No voy a engañar a nadie, para mí, ni colechar con mis dos hijas ni mucho menos la lactancia en tándem han sido decisiones fáciles. Pero me ha resultado especialmente impactante ver cuantas madres sufrían por haber destetado o deslechado a su peque mayor. En ellas el factor común era que tomaban esta decisión por presión externa o por miedo a no conseguir hacerlo de otra manera.
Con la llegada de tu segundo bebé, cambiarán muchas cosas, asegúrate de que, siempre que puedas escoger, realices los cambios que te hacen sentir bien contigo misma y con tus hijos.
Y de que, en tu bi-maternidad, haya momentos privilegiados con cada uno de tus hijos y contigo misma. Tu pareja no podrá darte relavo con la lactancia, especialmente si amamantas. Pero, por ejemplo, sí puede cambiar pañales, portear, dar el baño y dormir a tu recién nacido.
Aprovecha esto para, por una parte, darte espacio a ti misma y, por otra, crear momentos con tu peque mayor. Para, juntos o a solas, daros un baño, dar un paseo, dormir una siesta, leerle un cuento o leer algo que te guste, jugar… ¡Lo que te apetezca!
Conclusiones
Al igual que con los partos, cada maternidad es una experiencia única. Un renacer, una oportunidad de escribir una nueva página de tu vida. Cada bebé es único y llega con su contexto, sus circunstancias propias. Viene a escribir su historia y crear sus vínculos únicos, sean cuales sean tus proyecciones o los planes que tenías para él.
En segundas (y siguientes) maternidades, tenemos la ventaja de la experiencia previa, de los aprendizajes. Pero ser madre de dos, tres o más niños no es repetir la experiencia previa sino vivir una nueva, única.
Podemos sacar ventaja de la(s) experiencia(s) previa(s) siempre y cuando no nos autoengañemos con expectativas incumplibles. Y recordemos tomar, en todo momento, las decisiones que nos hacen sentir bien, sin olvidarnos de nuestra individualidad, de nuestras propias necesidades.
Clém, enero 2025
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