Feb 2020
Esperaba con expectación, ilusión y muchas ganas el momento de verle la cara al ser que habitaba en mis entrañas. Noches y días pensándote, mirándote y tocándote a través de mi preciosa barriga.
Siempre hablaba de la intriga que me creaba la sensación que decían que provocaban las contracciones. Pensaba mucho en cómo las sentiría.
Llegó el día. Después de pasar 4 días de las 41 semanas, rompí aguas de madrugada. Ya no pude dormir de los nervios e ilusión que invadían mi cuerpo. Le iba a ver después de tantos meses esperando su llegada.
Comenzaban, pocas horas después, las leves y espaciadas contracciones. Mi familia y yo preparábamos lo necesario para el momento de parto: piscina, comida, cama...
Por la noche, las sensaciones eran más fuertes e intensas, comenzaba a darme cuenta que iba a ser el trabajo físico más duro de toda mi vida, sin ninguna duda.
De madrugada, llegaban Valle y Cris, nuestro gran soporte. Ellas trajeron su calma y sabiduría, necesaria para esos momentos en los que, mi compañero y yo, la necesitábamos.
Para entonces, las contracciones eran fuertes, intensas y muy, muy seguidas.
Yo, metida en el agua, sintiendo el calor, apenas hablaba. Necesitaba concentrar todas mis fuerzas, pensamientos y energías en el trabajo de parto. No tenía apetito, ni ganas de escuchar la música relajante que había preparado, ni de oler incienso... Nç
o quería nada, solo estar en silencio y muy dentro de mí.
Pasaban las horas, las sensaciones físicas eran casi insoportables, estaba muy cansada, agotada, a veces deliraba, soñaba entre contracción y contracción. Mi cuerpo se abría en canal. No quería comer nada de lo que me ofrecían, no estaba para ello, mis energías estaban concentradas plenamente en otras cosas.
Recuerdo mirar a través de la ventana y ver noche, día y noche de nuevo...
Mi compañero tenía las muñecas exhaustas, ellas eran las encargadas de presionar la zona de mis riñones y amainar el fuerte dolor que me invadía. Desde lo más interno de mi ser, emanaban gritos profundos, inevitables, que no podía acallar de ningún modo.
Salía del agua, volvía a entrar, daba cortos paseos, me arrodillaba en el suelo... deseaba que ese gran trabajo agotador terminase cuanto antes... Hubo un momento en el que, por unos segundos, sentí mucho, muchísimo miedo, no sabía cómo lo iba a hacer, si podría soportarlo... Pero recibí soporte, palabras de amor... Y yo, me entregué.
Pasadas las 11 de la noche, nació Romeo. Pocos minutos después de sentir el bien conocido aro de fuego y de dar los últimos empujones arrolladores e incontrolables.
Al verle, todo había merecido la pena. Tardó en reaccionar, él también había sufrido el costoso trabajo de un parto extenso.
Todos le mirábamos con expectación y vivíamos el momento con suma delicadeza y ternura.
Me sentía exhausta, sin fuerzas, débil... y a la vez tan arropada, segura, confiada y feliz...
Después de expulsar la placenta y de recuperarme de la pérdida de sangre y del titánico esfuerzo, me llevaron en brazos a la cama, con mi bebé.
Valle y Cris se encargaron de todo hasta el día siguiente y Víctor de cuidarnos hasta en el más mínimo detalle. Fueron 47 horas aproximadamente las que pasaron desde la última vez que había descansado, así que agotados, nos dormimos hasta la mañana.
Ese fue el comienzo del gran viaje llamado MATERNIDAD. Sin duda mi viaje más maravilloso y a la vez turbulento. El que deconstruye mis cimientos personales y sociales para darles una nueva forma, más empática, generosa, flexible... Más basada en el amor.
Unas palabras dedicadas a ti, a vosotros:
Nunca olvidaré este día, donde llegaste tú, nuestro pequeño ángel, mi gran maestro.
No creo que haya podido tener mejor soporte que vosotros, Valle y Cris, y sobre todo tú... mi compañero de vida, porque no has podido cuidarme mejor.
Estoy agradecida de haber tomado la decisión de que llegaras aquí de esta manera, acompañado de personas tan especiales, que perdurarán en nuestros corazones siempre.
Valle y Cris, habéis sido nuestros ángeles de la guarda desde el primer momento en que decidimos que nos acompañarais y decidisteis acompañarnos. Nos habéis enseñado mucho y vuestro halo de luz nos acompaña hasta día de hoy.
Vuestro apoyo ha sido vital para empoderarnos, para no flaquear ante la sociedad, para desaprender, para aprender... ¡Os queremos!
Paula, Enero de 2022
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