Saber reconocer dónde están nuestros límites es vital para nuestra supervivencia. Es parte del aprender a conocernos, es parte de la autoestima de sabernos capaces, es una experiencia esencial para desarrollar nuestro máximo potencial.
Criar con respeto y libertad en una sociedad alienada
Aunque aprender a arriesgarnos es súper importante para nosotros, todos crecemos en una sociedad alienada en la que cada vez hay más control, y en la que cada vez se fomenta menos el arriesgarse (imagínate, ¡hasta nos venden seguros!). Y allí donde nuestros abuelos siendo niños tantearon sus límites sin ser observados, allí donde saborearon la libertad, el cuestionar las normas (guías externas supuestamente por tu propio bien, pero que te coartan el pleno vivir)... los niños de hoy sólo se dejan sin supervisión frente a la pantalla del televisor.
Siempre hay un adulto mirando (del mismo modo que papá Estado nos está controlando cada vez más), que no sólo observa sino que regula, critica, introduce miedos, busca teóricamente el riesgo más cercano a 0... y nos impide vivir.
Siempre que salgo con mis hijos a la sociedad, hay comentarios. ¿Bienintencionados? Sí. Automáticos y sin pensar, repitiendo patrones, siguiendo la doctrina de la sociedad. Especialmente con los objetos con punta (parece que les da igual si está afilada o es roma) y con las alturas. Voy a centrarme en estos dos ejemplos, por clásicos, pero me encantaría que la reflexión se extendiera a todo lo demás, en ellos y en nosotros.
Objetos cortantes y sus cuestionables peligros
Todo en las manos de un niño, no te digo de un bebé, es un objeto cortante, peligroso, y que debe ser extraído de sus manos lo más rápido posible, a veces por medio de la fuerza y el adoctrinamiento, a veces por medio de la manipulación. ¡Ojalá al menos la opción de la comunicación real con el niño fuera algo medianamente común! Algo así como, "tengo miedo de que te pinches/cortes, y quiero que me des el cuchillo".
La realidad es que, a menudo, esos objetos punzantes son más peligrosos para las personas en torno al bebé que para él mismo. No son capaces de entender que cuando lo agitan te lo pueden clavar, pero estando concentrados es rarísimo que se hagan daño y, si se lo hacen, que sea un daño significativo. También podemos decir "tengo miedo de que me hagas daño, o a tus hermanos, quiero que te alejes/nos alejamos para sentirnos más tranquilos".
Cuando empecé a acompañar partos en casa me llamaron mucho la atención dos familias. Una tenía una niña de 4 años a la que no se le permitía usar un cuchillo que no fuera de los de untar. La otra tenía un niño de 3 que jugaba con herramientas de plástico de la forma más brutal, una sierra en concreto. Pensé, buf, el día en que coja una de verdad se va a llevar una sorpresa. En la infancia no necesitamos cosas de plástico con aspecto de objetos reales, necesitamos contacto con la realidad. Una sierra o un cuchillo que no corta invita a aprender a usar estos instrumentos con fuerza, aumentando significativamente las posibilidades de cortarse cuando se use el objeto real, él de verdad, para el que se ha estado erróneamente preparando.
Mis hijos y mi hija cogen cuchillos, sierras, agujas... desde siempre. A veces les he dicho que tenía miedo a que se cortaran y he ofrecido otro cuchillo (solemos tener cuchillos muy afilados en casa), simplemente porque estaban justo empezando a ganar habilidad. Es normal que se corten en el proceso de aprender, a mí también me pasa, pero cuando no se les ha impedido acceso los cortes suelen ser superficiales. Al menos mis hijos nunca han tenido un corte profundo, y no será porque no se han arriesgado.
Vídeo de mi hija de 23 meses cortando con el cuchillo más afilado que tenemos
Superar el vértigo y disfrutar las alturas
Otro de los temas es el que se arriesguen a caerse desde un sitio "alto", exagerando hasta hacer un drama porque un bebé de varios meses no se caiga desde medio metro.
Nuestros hijos se van a caer, se van a hacer heridas, van a sangrar... es sólo cuestión de tiempo. Simplemente las primeras nos dolerán más en el corazón, pero es una sensación más, digna de ser vivida e inevitable.
Para impedir que los bebés se caigan, se ponen barreras en las escaleras, en las camas. Se les impide acercarse a cualquier sitio en el que haya un mínimo de caída, los más locos los enjaulan en cunas o "corralitos" con barrotes. Y así es como la práctica no ocurre en el momento es que es propicio, cuando están con todo su foco en el movimiento. Se convierten en niños que tropiezan, que no se atreven a subir a cualquier sitio alto, que no tienen sensación de poder y control en el uso de su cuerpo.
Y es que a menudo estas barreras físicas van de la mano de inmensas barreras emocionales. Barreras que parafrasean de múltiples modos "eso es peligroso" y "no eres capaz". Creo que una de las herramientas más poderosas para fomentar el desarrollo y la autonomía de nuestros hijos es aprender a callarnos. Guardarnos para nosotros el bombardeo de ideas que ellos no sólo no les nutren sino que les minan.
Cada vez que mis hijos se acercaron a un lugar con una buena caída me pregunté ¿se pueden morir o romper un hueso con esta caída? La mayoría de las veces la respuesta es rotundamente no. Cuando pasas ese nivel empiezan a aparecer las veces en las que la respuesta es sí, y entonces me pregunto cuanto de probable es esa opción. Muchas veces es baja, y cuando no lo es tanto, mis hijos ya han entrenado tanto a menor altura que, tanto ellos como yo, podemos fiarnos mucho de su habilidad.
Mi hijo mayor a menudo dice que uno de sus súperpoderes o súperhabilidades es subirse alto a los árboles. Me encanta su expresión de orgullo cuando ha superado sus límites, cuando ha escalado tan alto que creo que a mí me daría vértigo. A veces, incluso miro para otra parte, y me recuerdo a mí misma (escuchando a mi intuición) que confío plenamente en él. Y que aunque no lo hiciera no tengo, ni quiero tener, control sobre la situación. Y tal vez un día se rompa algo, puede pasar, pero para entonces habrá ganado tanta experiencia que merecerá la pena.
Y lo bonito es eso, que esta experiencia no sólo sirve para subir árboles. No sólo tiene un impacto enorme en su fuerza, su agilidad, su autonomía. Sino que le empapa de confianza en sí mismo, y le enseña a prestar atención en los momentos más arriesgados, a sentir el miedo como un aviso interno, que a veces merece la pena ser sobrepasado y a veces pide ser escuchado con atención y respeto.
Arriesgarse siguiendo nuestra guía interna
Se van a arriesgar millones de veces en la vida, y cuando lo hagan, quiero que sea su sabiduría interna la que les guíe. No quiero que sean mis miedos proyectado en ellos, no quiero que sean los valores de una sociedad que ensalza el sedentarismo y el falso riesgo cero. Quiero que dentro de muchos años mueran felices, habiendo vivido todas las aventuras a las que su entusiasmo y su intuición les guio.
Soy consciente de que estoy participando en sentar las bases. Sé que mi labor es acompañarles en este inicio del vivir, no controlarles, no regularles, no bañarles a diario con normas y patrones de una sociedad enferma. Y también sé que, con el mismo amor que les quiero acompañar a ellos, me quiero acompañar a mí misma.
Que no se animarán, ni sentirán la euforia de hacer locuras si yo no las hago, que dejarán de seguir el natural fluir de su sabiduría interna si me ven auto-regularme a diario (controlarme, forzarme, frenarme, ajustarme a planes, llenar agenda). Sé que, aunque pueden llegar muy lejos sin mi ejemplo, va a ser mucho más hermoso y sencillo cuando me ven respetarme a mí misma. Ellos son mi perfecta excusa para poner más conciencia. Vivir en libertad es mi regalo hacia mí misma.
Valle, Septiembre 2024
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