
La partera y la matrona
Está sección pretende cuestionar las imágenes que tenemos de la matrona y la partera en nuestra sociedad, para que reconozcamos que existen múltiples formas de adquirir conocimiento, todas válidas. Es mi deseo que las parteras recuperen el terreno perdido, que su lugar se reconozca sin la intervención de un sistema de "salud" lleno de jerarquías y limitaciones.
Que la salud reproductiva de la mujer vuelva al ámbito de lo social y la atención se mueva de la patologización hacia el saber ancestral, el autoconocimiento y la autogestión.
La partera existe desde el principio de los tiempos. Desde siempre significó una mujer escogida por su comunidad, que aprendía la profesión de la experiencia de acompañar a otra partera en su entorno o respondiendo a la petición de compañía de las mujeres de su comunidad. La partera se forma para acompañar a las mujeres en su vida reproductiva, aprendiendo de la vida, de la experiencia, de todo el conocimiento a su alcance, como se aprende de verdad cualquier profesión, como siempre se aprendieron los oficios.
Esta mujer no tiene nada que ver con el mundo de la medicina actual, y seguramente se considera a sí misma servidora de su comunidad más que profesional de la salud, que siempre sin querer se vira en su enfoque hacia la enfermedad.
Hace ya muchas décadas o un siglo, dependiendo del lugar, que los gobiernos se han apropiado del término de matrona, queriendo sustituir este arte y oficio sagrado que acompañó el inicio de la vida desde el principio de los tiempos, introduciendo una versión increíblemente diferente. La nueva matrona se formaba en hospital, se instruía tanto en patología que apenas había espacio para la salud. La nueva matrona acompañaba a un profesional sanitario, a menudo se convertía en la sumisa sombra del médico y de la medicalización.
Las hijas y las nietas de esa nueva matrona son lo que nos han vendido como mejor, más preparada, más profesional, más científica... Y no se han dado cuenta de que todo ese supuesto progreso, que además ha acarreado mucho maltrato, cegado al conocimiento acumulado durante miles de años, se queda cojo. Y no se han dado cuenta de que lo físico, lo emocional, lo espiritual, lo social... se entreteje.
Nos han vendido que el gobierno nos protege de esa gente sin formación universitaria, y por lo tanto intrahospitalaria, atiende partos sin saber hacerlo, cuando la realidad es que el título de matrona nos da un conocimiento tan básico que casi da vergüenza ejercer la profesión cuando salimos con él bajo el brazo. Me avergüenzo de mi misma por haberme creído esa mentira.
En la transición entre las parteras y las nuevas matronas hubo un intento por eliminar la profesión, por dejarla en manos de médicos, por controlar el parto con mil y una intervenciones. Por suerte recuperamos parte del terreno perdido, reclamamos la profesión, pero la regulación también derramó conocimiento como sangre en una matanza. Los títulos se regalaron a muchas a cambio de adaptarse a las nuevas formas, a cambio de someterse al sistema sanitario, patriarcal y hegemónico. Quienes no aceptaron fueron criticadas y tachadas de ignorantes, y a través del miedo, como tantas otras veces, se fue creando un rechazo social hacia quienes durante tantos siglos acompañaron la vida.
Y el título a partir de entonces se convirtió en una manera de atarnos. De hacernos creer que tenemos algo que perder, de recordarnos que quienes no entraron por el aro fueron repudiadas, y tal vez quemadas por brujas.
Pero compañeras y mujeres del mundo, el título es sólo un trozo de papel que a duras penas da fe de una pequeña fracción de lo que con unos años de experiencia se sabe ¡la formación se queda tan corta! Mi formación maravillosa en Inglaterra, se quedó tan corta... Porque se redujo a números entrecortados de partos a turnos, de historias incompletas, de personas ajenas. Cuando dejé la universidad, cuando dejé el sistema de salud, empezó mi aprendizaje de verdad. Porque salirme del sistema me recordó lo único real e importante, que sirvo a las familias, no al Estado. Y es esa certeza lo que me hace acompañar partos con factores de "riesgo", es eso lo que me hace apoyar partos autogestionados y defender los derechos de las mujeres a parir de la forma que ellas decidan. Yo puedo no acompañar porque no me siento segura, puedo no acompañar porque no consiga buen feeling con una pareja... pero no puedo, personalmente, dejar de acompañar porque las parejas tomen decisiones fuera de la norma. No puedo tragarme mis principios porque el estado crea que mi función es una u otra. Yo no trabajo para él, he escogido el privilegio de trabajar para las familias que tengo delante.
En estos años fuera del sistema también aprendí que esto es un trabajo de ambas partes donde yo apoyo y recibo apoyo. Yo estaré ahí cuando las cosas se desvíen de la normalidad y tú, por ti misma, escojas tomar decisiones fuera de lo normativo. Y tú estarás ahí cuando las que servimos con lealtad a la mujer, seamos el punto de mira. Nosotras también necesitamos tu apoyo, tu sororidad, tu respeto, tu presencia, tu arrope. Estarás ahí cuando las cosas no salgan como habíamos previsto y entiendas que somos humanas, que la vida no está bajo tu control ni el mío como alguien desde la arrogancia nos hizo creer. La vida escribe recto en renglones torcidos.
Las parteras y las nuevas matronas somos guardianas del nacimiento, no somos imprescindibles, somos las encargadas de proteger ese espacio donde la vida florece. Estamos ahí para ser vuestro apoyo, no vuestra guía, para acompañaros, no para salvaros de la experiencia o los miedos propios.
Lo nuevo sin lo antiguo está cojo, y viceversa. Estamos en la transición hacia el nuevo paradigma donde ambas miradas y conocimientos se funden. Y para eso hace falta destapar muchos miedos que nos han insertado a nivel social. Quienes hemos aceptado formarnos en la universidad y el hospital arrastramos mucha paranoia, que vamos poco a poco soltando, aprendiendo de la realidad que nos empuja hacia la confianza y el respeto, como siempre debiera haber sido.
Sólo espero que las parteras vuelvan a poblar nuestras calles, poder encontrar al menos a una en cada comunidad, emanando confianza en nuestro cuerpo de mujer. Sólo espero que la formación fuera del hospital (PartEres, Mayéutica, Da-a-Luz Oasis, IndieBirth) se mantenga viva, para poder formarnos desde otra óptica. Sólo espero que el conocimiento de nuestras ancestras se recupere para revolverlo en nuestro caldero con todo lo nutritivo que vivir en este tiempo también nos aporta.
En este proceso de transmutación y mezcla de lo antiguo y lo nuevo me ha arropado mucho el potente trabajo de IndieBirth, animo a cualquiera a sumergirse en él.
Quiero que vaya quedando claro, la titulación no es más que un trozo de papel, lo real es esa experiencia que paso a paso vamos ganando, así que tengamos menos titulitis* y empecemos a reconocer que para aprender sólo hace falta intención y entusiasmo. La sabiduría de nuestras ancestras corre por nuestras venas, la conexión con nosotras mismas, la naturaleza y el todo nos es innata, vamos recordando. Lo que está claro es que seguimos aprendiendo, que somos la mitad de sabias de lo que algún día seremos, y la centésima parte de lo que otras mujeres con menos títulos ya fueron antes que nosotras.
Valle, Septiembre 2019
*Titulitis: patología o inflamación social en la cual se cree que tener un título es importante, necesario, imprescindible o deseable. Vayámonos sanando, el título es una "prueba" de conocimientos, pero no la única forma de adquirirlos. Dejemos de contar cuentos a la siguiente generación y a nosotres mismes.